miércoles, 26 de noviembre de 2014

Corazones cojos II



Tristeza. Eso es lo que se siente cuando una relación termina antes de lo que uno quisiera. Claramente, no es la infinita tristeza que asalta nuestro cuerpo y alma cuando perdemos para siempre a un ser querido. El dolor que se siente al romperse nuestro corazón cuando alguien se va de tu vida porque ya no quiere ser parte de ella es otro tipo de tristeza. También deja una marca en nuestra alma, pero esta seguramente no la llevaremos por el resto de nuestra vida, sino que nos acompañará por un tiempo hasta que otra persona llegue y cure esta herida con su amor y cariño o a hasta que uno aprenda a rehacer su vida solo y continuar tratando de no mirar atrás…
Las cosas se dan por una razón. Esto no significa que no sea verdad el dicho “uno es artífice de su propio destino”, porque claramente eso es totalmente cierto. Si uno se queda encerrado dentro de su casa todo el día, por ejemplo, no va a vivir la vida, no va a tener amigos, no va a conocer el amor... Eso es un hecho. Sin embargo, Dios ‒algunos pueden llamarlo de otra forma‒ nos acompaña y ayuda a su manera, sin que nosotros nos demos cuenta. En ocasiones, pone en nuestro camino personas inolvidables, y otras, experiencias muy duras que nos harán crecer y madurar como personas. Tal es así que muchas veces, cuando uno no entiende por qué sucedió lo que sucedió, significa que es obra de él.
Todas nuestras experiencias nos enseñan algo y nos hacen el ser que somos en el presente. Todas las personas que pasaron por nuestra vida aportaron, directa o indirectamente, su granito de arena para que hoy en día seamos como somos. Muchas veces nos cuesta ver esto, sea porque estemos tristes, porque no aceptemos lo que nos sucede en el presente o porque no nos guste algo de nosotros mismos. Pero así es.
A veces, cuando llegamos a la adultez, solemos pensar: “¿Dónde quedó la felicidad de mi infancia? ¿Por qué ahora la vida es tan difícil? ¿Por qué sucedió esto? El tiempo pasa y se presentan obstáculos o dificultades que nos golpean, especialmente en el ánimo. Pero no se puede esperar que la vida sea siempre fácil. Cuando crecemos y convertimos en adultos, tenemos mayores responsabilidades y la vida nos presenta experiencias hermosas y otras muy duras, como traiciones, decepciones, confianza rota, tropiezos laborales, peleas y separaciones dentro de la familia, pérdida de un ser demasiado querido, angustias amorosas… Lo importante es aprender de estas experiencias para crecer y seguir adelante siendo una mejor persona, más fuerte y que aprende de sus errores.
Y así, tomando lo bueno de eso que nos pasó, debemos continuar caminando con nuestros corazones cojos… pero esta vez quizá solo por un tiempo.