Somos cinco amigos, hemos salido uno detrás del otro de una
casa; el primero salió y se colocó junto a la puerta; luego salió el segundo, o
mejor se deslizó tan ligero como una bolita de mercurio, y se situó fuera de la
puerta y no muy lejos del primero; luego salió el tercero, el cuarto y, por
último, el quinto. Al final formábamos una fila. La gente se fijó en nosotros,
nos señalaron y dijeron: «Los cinco acaban de salir de esa casa». Desde aquella
vez vivimos juntos. Sería una vida pacífica, si no se injiriera continuamente
un sexto. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que es suficiente. ¿Por qué
quiere meterse donde nadie lo quiere? No lo conocemos y tampoco queremos
acogerlo entre nosotros. Si bien es cierto que nosotros cinco tampoco nos
conocíamos con anterioridad y, si se quiere, tampoco ahora, lo que es posible y
tolerado entre cinco, no es posible ni tolerado en relación con un sexto.
Además, somos cinco y no queremos ser seis. Y qué sentido tendría ese continuo
estar juntos. Tampoco entre nosotros cinco tiene sentido, pero, bien, ya
estamos juntos y así permanecemos, pero no queremos una nueva unión, y
precisamente a causa de nuestras experiencias. ¿Cómo se le podría enseñar todo
al sexto? Largas explicaciones significarían ya casi un a acogida tácita en el
grupo. Así, preferimos no aclarar nada y no le acogemos. Si quiere abrir el
pico, lo echarnos a codazos, pero si insistimos en echarlo, regresa.
lunes, 31 de octubre de 2016
viernes, 21 de octubre de 2016
Debido al deterioro de su salud, el escritor Gabriel García
Márquez anunció su retiro de la vida pública en noviembre de 2013 con una carta
donde detalla lo que haría si le "regalaran un trozo de vida" como
presagio de su muerte.
“Si por un instante Dios se
olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida,
aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera. Posiblemente no diría todo lo que
pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Dormiría poco, soñaría más,
entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos
de luz.
Andaría cuando los demás se
detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de
vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no
solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán
equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber
que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le
dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la
muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de
ustedes, los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de
la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la
escarpada.
He aprendido que cuando un recién
nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo
tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo
tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he
podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque
cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que
sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la
última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor
para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los
últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que
ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida
nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me
equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero,
que nunca te olvidaré.
El mañana no lo está asegurado a
nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por
eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente
lamentaras el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo un beso y
que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de
ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma
tiempo para decirles, “lo siento” “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas
las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles
pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus
amigos y seres queridos cuanto te importan".
lunes, 10 de octubre de 2016
Poema sobre la vejez, de José Saramago
¿Qué cuántos años tengo?
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido...
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo,
y otros "que estoy en el apogeo".
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!...
¡Estás muy viejo, ya no podrás!...
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
y otras... es un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones
truncadas...
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos
¿Qué cuántos años tengo?
¡Eso!... ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo
y hacer lo que quiero y siento!!
Qué importa cuántos años tengo.
o cuántos espero, si con los años que tengo,
¡¡aprendí a querer lo necesario y a tomar solo lo bueno!!
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