"Tan viejo como la imprenta es el corrector de textos.
Aún más, tan viejo como la escritura. Desde que el hombre inventó el alfabeto
para poder comunicarse por escrito, siempre ha habido al lado del escribiente
una figura que, como dice el lema de la Real Academia
Española, 'limpia, fija y da esplendor'.
Con la tecnología no basta
Por mucho que avance la técnica y
por mucho que la tecnología nos domine, el corrector de textos seguirá siendo
necesario, al menos mientras los ordenadores no aprendan a pensar.
El corrector de textos está íntimamente ligado al libro. El
libro, ese instrumento maravilloso del cual llevan años augurando el final, no
sería tal si no hubiera un corrector. Esa persona, una vez escrito el texto por
el autor y compuesto el libro por el editor, lee. Y de cada letra, palabra o
frase leída analiza la coherencia del discurso, la limpieza de la ortografía y
la exactitud de los vocablos. Y donde hay falla, limpia, es decir, marca el
fallo e indica la solución, para que el impresor, a su vez, envíe el texto a
las máquinas limpio de polvo y paja". (Fuente: UniCo)
Con la tecnología no basta
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