sábado, 25 de julio de 2015

“Y aprendí que las historias no se
escriben solas, que necesitan de
las palabras para que se empiecen
a escribir. Que no todas
 empiezan con ‘Había una vez’
ni terminan con un ‘felices
para siempre’, que algunas
jamás pasan del prólogo, que ‘adiós’
no significa el punto final.
Que hay unas que las terminas
de escribir con lágrimas
 las vuelves a leer y te das cuenta de
que otra vez te harán llorar.
Que la historia comienza con un sueño
 y por lo tanto jamás
debemos dejar de soñar”.

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