"Si me preguntan para quién escribo me preguntan por el
destinatario de mis poemas. La pregunta garantiza, tácitamente, la existencia
del personaje.
De modo que somos tres: yo; el poema; el destinatario. Este triángulo
en acusativo precisa un pequeño examen.
Cuando termino un poema, no lo he terminado. En verdad lo abandono, y
el poema ya no es mío o, más exactamente, el poema existe apenas.
A partir de ese momento, el triángulo ideal depende del destinatario o
lector. Únicamente el lector puede terminar el poema inacabado, rescatar sus
múltiples sentidos, agregarle otros nuevos. Terminar equivale, aquí, a dar vida
nuevamente, a re-crear.

Buenos Aires, 1967
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