miércoles, 4 de mayo de 2016

Cambios lingüísticos en nuestra era

   Está muy claro que siglos atrás no se hablaba de la misma manera que en la actualidad; ni siquiera hace 50 años. ¿Qué significa eso? ¿Y por qué sucede?

   Comencemos dejando en claro que el lenguaje es un sistema abstracto de signos, un conjunto de sonidos articulados que se utilizan en la vida diaria para comunicarse con los otros. Es decir, la finalidad última de este sistema es ser utilizado en un contexto sociocultural determinado. De esto habla Michael Halliday en su obra El lenguaje como semiótica social (1979), en la que plantea un nuevo modelo para el estudio del lenguaje incluyendo lo sociocultural como elemento clave. Así, adopta una concepción funcional de la lengua, lo que implica centrarse en lo que un hablante puede hacer con ella.

   De esta manera, se opone y discute con dos grandes lingüistas, Ferdinand de Saussure y William Labov, cuyas teorías postulaban el estudio del sistema o el estudio del uso de la lengua, respectivamente, y no su análisis en conjunto. No obstante, el lenguaje, herramienta comunicativa por excelencia, no se puede concebir independientemente de su uso. Así lo postuló Halliday en su Gramática sistémico-funcional, uniendo, como su nombre lo indica, el análisis del sistema con el de la función del lenguaje.

   Pero ¿por qué decimos todo esto? Para intentar entender el concepto de cambio lingüístico. Es innegable la evolución del lenguaje, esto es, el proceso de transformación que experimentan las lenguas por diferentes factores a lo largo del tiempo. Estos cambios se llevan a cabo a partir de factores externos e internos y de manera lo suficientemente lenta como para que los hablantes no seamos conscientes de ello. Sin embargo, hoy en día se puede percibir un proceso de aceleración con respecto a la variación del lenguaje dentro de las diferentes comunidades, a partir de las nuevas tecnologías que nos exigen nombrar nuevos elementos y actividades que con anterioridad no existían dentro de nuestra realidad.
  
   Esta aceleración se da más que nada dentro de uno de los niveles de la lengua: el léxico. Se sabe que, de los tres niveles, el que refleja de forma más directa las realidades extralingüísticas es el léxico. Luego, afecta a la gramática y, por último, a la fonología. Así, vemos, por ejemplo, que los hablantes toman palabras de otras lenguas (préstamos lingüísticos) para referirse a determinados conceptos o actividades, tales como marketing, hacker, boutique, entre muchos otros, y hasta crean algunas, como googlear (investigar algo en internet a través del buscador Google), whatsappear o wasapear (enviar un mensaje en la aplicación Whatsapp), tuitear (mandar un tuit, es decir, un mensaje por medio de la red social Twitter), chatear (conversar con una o varias personas a través de internet), etc. Algunas de estas nuevas acepciones fueron aceptadas por la Real Academia Española e incorporadas a su diccionario mientras otras aún no.

  Con estos ejemplos claros y palpables para todos los hablantes de hoy en día, demostramos la variación del lenguaje. Así, observamos que es necesario que esto suceda con el fin de que continúe funcionando como tal y satisfaciendo las nuevas necesidades de las sociedades modernas. De lo contrario, la comunicación sería dificultosa y poco económica, algo inadmisible en la actualidad, era de la inmediatez.

   De esta forma, por su carácter social, el lenguaje no debe percibirse como algo acabado, hecho, sino como un continuum, como algo cambiante, puesto que su función básica es la de comunicar, representando el mundo de los hablantes.

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