“(Thomas
Carlyle), en manifiesta oposición a los criterios que ganaban terreno en la
sociedad industrial de su tiempo, postuló infatigablemente que la cultura es un
conjunto de valores que por sí mismo resulta superior a las aspiraciones
ordinarias de progreso social y afirmó con énfasis que un buen sistema de
gobierno no es el más representativo cuantitativamente sino aquel que se
muestra capaz de elevar la dignidad de cada miembro de la comunidad. Esta es la
concepción fundamental que Dickens trató de expresar en Tiempos difíciles. Su
oposición consiste en que la cultura y la educación no son ‘bienes utilitarios’
en el sentido práctico y numérico que proponía la economía política de su época
sino que deben ser considerados ‘bienes de humanidad’, llamados a sobrepasar
toda concepción materialista del hombre, sea del signo que fuere. Dickens
desestima por igual lo que él consideraba el ‘mecanismo’ del sistema
industrial, los ‘espejismos’ del reformismo parlamentario, las ‘torpezas’ de
ciertos procedimientos sindicales. Propugna reemplazar la ecuación abstracta
del número por el valor concreto de la persona que cada uno es y que es lo
único que deber importar”.
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